Aquí, allí y otros lugares inciertos, es una muestra de procesos artísticos simultáneos que congrega diferentes obras plásticas de carácter efímero, orgánico y transitorio, que Ana Urbina González (La Rioja, España 1990) ha producido y retomado durante su periodo de residencia en Pasto, Colombia, en el mes de noviembre.

Antes de nada, cabe decir que estos últimos años, Ana se ha desempeñado en áreas institucionales del arte como gestora cultural y diseñadora, como parte del equipo de trabajo del Centro Cultural de España-Casa del Soldado en Panamá, o más recientemente como invitada al proceso de la 5ª residencia de los 16 Salones Regionales de Artistas Zona-Sur, organizados por el Ministerio de Cultura de Colombia.

Estas instancias y tiempos de trabajos alrededor de logísticas de eventos, salas expositivas y atendimientos formales, no han sido pretexto para que Ana deje su interés y pasión por la creación artística. Al contrario, han incrementado su atención y gusto por la construcción de reflexiones visuales, afectaciones, plataformas, objetos, formas, derivas y la interacción misma con materiales y procedimientos que divagan entre la pintura, la escultura y la poesía visual; un quehacer analítico y estético frente a lo que le rodea, donde las demarcaciones entre la distancia, el contexto, lo virtual, el sentido del lugar, lo conocido y desconocido en función del tiempo (vistos como intercambio social y cultural), han ido poniéndose en tensión y sido de gran importancia en sus trabajos.

El estar por varios años a kilómetros de distancia de su lugar de origen y familiaridades, pero, al mismo tiempo, inmersa dentro de ecosistemas, órbitas, épocas, generaciones y necesidades que la atañen como habitante del planeta en relación con el mundo, ha suscitado en cierto modo preocupaciones y encuentros con lo existente (¿qué soy?, ¿dónde estoy?, ¿qué hago?) en conexión con inquietudes sensibles que Ana explora y postula desde su trabajo plástico.

La muestra que Ana nos comparte en Pretexto reconfigura y adopta desde la implementación de materiales y analogía de palabras, consistencias endebles, fragilidades que remiten a la idea de desintegración, irresolución o imposibilidad del presente. Se podría decir que son evocaciones entre la representación formal, la persuasión de las apariencias y maneras de asimilar y reconfigurar elementos en relación con la bonanza o el desplazamiento de quienes habitan lo ocurrente que, al final, venimos siendo todos.

Cada pieza remite a una noción de llegada y salida, como de entrada y continuidad, entre espacialidad e impedimento, entre construcción y disipación: un tapete o felpudo de cemento en polvo, una cortina de papas criollas amarillas, ladrillos rosas de "suspiro" (merengue horneado, postre típico de Pasto), el balance de su peso entre La Tierra, el Sol y la Luna, el norte y el sur como una rueda, luz de pintura como un horizonte, o imágenes de superficies y cráteres a los que resultaría desafiante y bestial llegar caminando. Son entrecruces de comparación y agudeza con lo que se encuentra un momento distante, cercano, o sencillamente mundano en el mundo; ante lo diminuto y lo expansible desde una pulsación del cuidado y el bochorno. De lo extremadamente correcto y pasional.

De allí que la pintura y la escultura (en sí la plástica) se susciten como una forma tangible de duda y certeza ante lo equivocado. Una muestra en el espacio, no de demostraciones, sino de transformaciones, fisuras y añoranzas, de concepciones humanas fuera y dentro de sí.


Adrián Montenegro.
Pasto, noviembre de 2018.


La explicación es un error bien vestido.
Julio Cortázar.
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